La convocatoria de ideas para Imagina Madrid era atrayente. La posibilidad de intervenir fuera de los marcos del museo nos daba la oportunidad de generar diálogos con comunidades no relacionadas directamente con el sistema del arte, todo un reto para nosotras. Los deseos de unxs y otrxs se iban a cruzar, a chocar e inevitablemente a transformar. En esta acción transformadora es donde encontramos la potencia, en el desbordamiento, en los giros inesperados que se suceden al hacer realidad el sueño del que se partía.

Cuando tejemos proyectos colaborativos que traman relaciones con diferentes públicos e instituciones, los marcos en los que nos situamos han de ser lo suficientemente movedizos como para generar unas aperturas que garanticen la incidencia buscada y premeditada. Sin embargo en la eclosión de diálogos, de formas de hacer y de interaccionar, a veces, nos olvidamos de pararnos a pensar el porqué de estar aquí. Ese decrecentismo al que aspiramos muchas y que busca reconciliarnos con otras formas de gestionar los tiempos-vida no termina de hacerse realidad. Nos enfrascamos en la producción, en el continuar haciendo, un evento nos lleva al otro, mandar uno y otro email, una inercia que te mete en una cadena de producción, cognitiva eso sí, pero cadena al final y al cabo.

No deberíamos y no queremos renunciar a ese tiempo. Por eso, nos sentamos unas horas a pensar y por eso también, escribimos este texto. ¿Qué sueño nos estimuló a presentarnos al concurso de ideas de Imagina Madrid? Básicamente la ensoñación desvelaba la necesidad de pensar cómo podemos construir esos otros lugares desde los que generar diálogos que faciliten los procesos de transformación social necesarios para encaminarnos hacia la transmodernidad de la que habla Enrique Dussel.

Quienes hablan y quienes son escuchadxs son algunas de las grandes cuestiones que siguen sin resolverse en la actualidad. En la universidad, en ciertos grupos políticos o museos hay muchos públicos que no se sienten apelados, en parte esa distancia se crea a través de los lenguajes que usamos, los códigos que compartimos o hasta la propia pose del cuerpo. La cuestión, entonces, radicaba en cómo imaginar otros espacios que inviten al diálogo y faciliten el encuentro. Espacios desde los que enunciar problemáticas que nos afectan. Queríamos ver cómo pueden emerger diversas formas de leer nuestras vidas y de soñar esos nuevos mundos por construir.

En este sentido, la fiesta apareció como una de las grandes manifestaciones de nuestra capacidad para generar lugares de encuentro. Las fiestas son alegría, diversión, felicidad, se comparte y se socializa sin necesidad de habilitar grandes infraestructuras para conseguir ese encuentro. Sí, también en las fiestas hay asimetrías de poder pero, para aquellos que como nosotras, somos amantes de las fiestas, éstas se nos revelan como una de las grandes expresiones de la celebración del vivir-compartiendo.

En esta receta del sueño primigenio teníamos ya el primer ingrediente: la fiesta como lugar de encuentro. Pero no era suficiente, no parecía tener mucho sentido replicar una fiesta sin más. De fiestas está España llena. Nosotras queríamos una fiesta nueva y fue aquí donde empezó a emerger lo raro. ¿Cómo podemos perfomativizar-enrarecer la fiesta para convertirla en un lugar desde el que hablar sobre las desigualdades contemporáneas que nos afectan en la vida cotidiana? El cuerpo, el capacitismo, las sexualidades, los cuidados, los comunes, son cuestiones que ocupan nuestro pensamiento, están en nuestras cabezas-cuerpos. Es aquí donde empezó a suscitarse la mezcla. ¿Por qué no generamos espacios festivos desde los que producir pensamiento crítico? ¿Por qué no hacer una Fiesta desde la que problematizar estas y otras muchas cuestiones? Construyamos entonces esas Fiestas Raras que emulen a las fiestas y que sean además lugares propicios para la producción y distribución del conocimiento. Tramemos lugares amables, cómodos, festivos con los que pensar juntxs otros nuevos mundos donde quepamos todxs.

En el proceso vemos cómo emerge la realidad, y en las Fiestas Raras la realidad es un contexto donde las preguntas se multiplican. ¿No es la pregunta un detonante del conocimiento y del pensamiento crítico? Seguimos una intuición que parte de la escucha y la atención pero ¿participarán otrxs de esa intuición de la que partíamos? Tenemos un entorno festivo y el deseo de cruzar, hibridar, enrarizar. ¿Será nuestro deseo compartido por otras personas? Intentemos seguir respondiendo a estas preguntas todxs juntxs y que estas a su vez nos lleven a otros cuestionamientos.

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