Por La Liminal

“La memoria es algo muy sentimental, es que, de alguna manera, se guardan esos sentimientos, entonces hay un montón de pequeñas historias, retazos de historias, de gente distinta que luego se juntan y hacen como una especie de collage muy bonito y eso es lo que nos estamos perdiendo. Lo de siempre, la historia la cuentan los vencedores, pues yo quiero escuchar historias de perdedores, que somos más.

Como en todos los barrios nuevos tapan un montón de cosas y lo tapan de una manera muy fría, estamos haciendo un cuadro gris y liso cuando el cuadro podría ser de un montón de colores con un montón de trazos distintos, entonces nos estamos quedando con una cosa muy simplista cuando hay un montón de riqueza que nos estamos perdiendo”

Miriam, Píldoras de la memoria


El programa Imagina Madrid de Intermediae comenzaba a rodar hace más de un año con el objetivo de intervenir nueve espacios públicos de distintos distritos de Madrid. El proyecto de activación cultural ha buscado transformar el espacio público cruzando las ideas de vecinxs y creadores para generar procesos de creación colectiva desde los que pensar y hacer ciudad de una manera distinta.

En Vicálvaro, este programa dio lugar al proyecto “Plantación de la memoria: una bitácora de Vicálvaro”, propuesto por David Carrasco, Jana Pacheco y Diego Sabanés.

Durante un año el proyecto se sumergió en la memoria del territorio, de la mano de vecinxs del barrio, y a través de paseos, entrevistas y talleres se fueron recogiendo todo tipo de historias. Cada quien contó sus propias vivencias, recuerdos que se cruzan en los espacios públicos del barrio conformando un tejido de experiencias que nos habla de una memoria colectiva, de una identidad propia y de una pertenencia al lugar que tiene lazos comunes.

La idea inicial era realizar una intervención en el Jardín de las Brigadas internacionales, incorporando en su paisaje flores de lavanda que nos hablaran de la importancia de lo sensorial en los procesos de memoria. Unas flores que finalmente no llegaron a plantarse, pero que nos acompañaron como conductoras en el viaje a la memoria que realizamos el pasado sábado 2 de marzo en “De Voz en Voz. Una obra de teatro caminada”, una obra de teatro caminada en la que se recogieron algunas de las muchas experiencias del proyecto.

La ruta fue orientada por las Píldoras de la memoria, pequeñas piezas de audio que contienen relatos de vecinxs donde se nos cuentan historias pasadas, que al tiempo siguen latentes en los espacios, y que pueden ser escuchadas a través de siete teléfonos instalados en las calles de Vicálvaro durante el mes de marzo. Hoy podemos seguir escuchándolas en la web Memoria de Madrid.

También nos acompañaron los extractos de algunas de las piezas teatrales escritas por diez dramaturgos a partir de las historias recogidas, unos textos recogidos en la publicación que la Editorial Antígona ha sacado a la luz hace unas semanas.

Con todos estos elementos, diseñamos un recorrido articulado en tres tiempos, en el que el paisaje urbano y las huellas de su pasado se mezclaron con memorias individuales y colectivas, así como con la proyección de deseos del vecindario.

Queremos compartir lo que fue esta increíble experiencia a través de este relato que no es objetivo sino vivido, y como tal nos atraviesa de otras maneras, pues ha sido modulado a través de experiencias transmitidas de boca a boca, con historias que fueron de un lado a otro, así, de voz en voz.

 

Vicálvaro en la actualidad, un barrio plenamente integrado en la ciudad

Nuestro recorrido se activaba reflexionando en torno a la memoria de los espacios, tema central de todo el proyecto, y así nos preguntábamos: ¿Qué es la memoria? ¿Qué memorias debemos conservar? ¿Cómo podemos conservarlas?

Elegimos como punto de partida un lugar en el que pasado y presente se daban la mano para iniciar el paseo por la memoria, la Universidad Rey Juan Carlos.

Nos dio la bienvenida al barrio una de las personas que más ha trabajado por el mantenimiento de su historia y memoria, Valentín de la Asociación Vicus Albus, quien nos ofreció un documento que nos serviría de pista para llegar a descubrir uno de los misterios del paseo.

El campus de la Universidad Rey Juan Carlos se asienta sobre uno de los grandes edificios históricos del barrio, en el que se cruzan muchas capas de la historia de este territorio. Fue Real Fábrica de Tejidos, un espacio de trabajo feminizado, aunque más adelante pasará a ser un espacio totalmente masculino al albergar el Cuartel de Artillería y posteriormente la primera sede de Caballería de la Guardia Civil.

La presencia militar ha dejado fuertes huellas en el paisaje, como los dos edificios que se encuentran en el Jardín de las Brigadas Internacionales, la Casita del Coronel o el actual Centro de Mayores, ambos construidos como residencias de oficiales y suboficiales, o la colonia militar que encontramos en las inmediaciones.

Este punto de partida también nos colocaba junto a la parada del metro, cuya necesidad fue reivindicada durante mucho tiempo por vecinxs del barrio que se quejaban del aislamiento de la zona y utilizaron su creatividad para, a través de una parada de cartón que instalaron en la calle, reclamar que el metro llegase a Vicálvaro.

Finalmente la ansiada estación de metro llegará una vez que llegue la Universidad y será fundamental para el territorio, ya que no sólo conectaba a Vicálvaro con el centro de Madrid, sino que también lo hacía visible y presente para el resto de la ciudad, poniéndolo en el mapa e incorporándolo en el imaginario de Madrid. Si un lugar no está conectado, si no podemos acceder a él, puede parecer que no existe, de la misma manera que si no hay caminos que nos conecten con sus memorias éstas pueden quedar perdidas en el tiempo y desdibujarse.

 

¿Cómo conservar la memoria de nuestros barrios? es quizás una de las preguntas más importantes que sobrevolaron todo el recorrido.

Posiblemente la primera idea que se nos ocurre es la de señalar en el espacio público, levantar un monumento a aquello que queremos recordar y convertir en parte de nuestra identidad.

Así se levantó el Monumento a las Brigadas Internacionales en 2017. En nuestro camino, la representación de un extracto de “Toda la luz del mundo” de Gabriel Fuentes nos hizo reflexionar sobre cómo conservar la memoria supone posicionarse y entenderla como algo propio que debemos cuidar y mantener, lo cual a menudo conlleva fricciones con quienes no la sienten como propia y desean borrarla.

La memoria puede parecer algo frágil, con cierta facilidad para desvanecerse o descontextualizarse y por tanto desaparecer. A menudo nos llega en fragmentos que no sabemos interpretar, como los nombres de mujeres que susurraba a nuestros oídos el mural tejido sobre la verja que impide el paso al parking nunca abierto en la plaza. Nombres que fueron dando paso al sonido de los cencerros y que nos empujaban a adentrarnos en el pasado del barrio, cuando este era un territorio de marcado carácter rural.

El paisaje del jardín estaba compuesto por elementos que tejían una densa red entre presente, pasado y futuro. El pasado militar, el monumento que quiere contar el pasado del territorio a futuras generaciones e incluso memorias que aún nos quedan por desvelar a lo largo del camino.

 

La memoria. Un tejido que tiende lazos entre pasado, presente y futuro

En busca de esas memorias continuamos nuestro recorrido que se vio interrumpido por algunas de sus protagonistas, la vendedora de flores y la lavandera de la obra “Las gloriosas” de Xus de la Cruz, que pronto se encontrarían con la aguadora y compartirían la angustia de no encontrar los caminos de la memoria y el coraje de tratar de buscarlos juntas.

Nosotras las acompañamos en su viaje que nos lleva a encontrarnos con un grupo de mujeres que cada día riega el jardín de la memoria de la Plaza de las Mujeres. La obra “El jardín de las mujeres” de Sandra Dominique nos sumergía de lleno en el trabajo desde el Centro de Igualdad Gloria Fuertes, situado en la misma plaza, para mantener la memoria de las mujeres asesinadas cada año por la violencia de género, por recordar sus nombres y que nadie pueda convertirlas en sólo una cifra.

Cada flor del jardín se acompaña del nombre de la mujer asesinada a la que se rememora, unos nombres que ya habíamos escuchado en nuestro camino y que ahora tomaban sentido.

Esta memoria frágil que ellas han transformado en una instalación en el espacio público caracterizada por la misma aparente fragilidad, por su carácter efímero y cíclico, ya que año a año es un proceso que debe iniciarse de nuevo. Un trabajo por mantener la memoria colectiva, que se realiza en conjunto por las compañeras de Entretejiendo Vicálvaro, quiénes en esta ocasión hicieron cuerpo los nombres de estas mujeres enunciándolos en voz alta y generando uno de los momentos más emotivos del recorrido. Su trabajo nos inspira y nos recuerda lo importante que es mantener la memoria viva para saber quiénes somos como sociedad.


Caminando hacia los orígenes

El siguiente tramo del paseo nos llevaba a los orígenes del barrio, comenzando en una de sus plazas emblemáticas donde se encuentra el homenaje, a través del monumento, a una de las figuras más queridas del pueblo: el médico Don Antonio de Andrés.

El médico y el alcalde, eran los protagonistas de la pieza “El Gran Madrid” de Pilar G. Almansa, en la que se nos introducía en una de las transformaciones más radicales del Vicálvaro reciente: su anexión a la gran ciudad en 1951.

La anexión generó resistencias desde el principio, sospechaban que iban a quedar olvidados al pasar de ser un pueblo a ser las periferia de una gran ciudad. El derrumbe del antiguo ayuntamiento, cuyo sonido cerraba la pieza teatral fue el punto y final a un símbolo del arrebato de la independencia como territorio que sin duda hizo mella su identidad.

Pero no todos los trazos del Vicálvaro que fue se han perdido. Gran parte de su memoria se encuentra en la Asociación Vicus Albus, incluso parte del ayuntamiento está allí, también quedan muchas huellas de la memoria en el paisaje, tanto en el visual como en el sonoro, siendo las campanas de la iglesia uno de los sonidos claves del Vicálvaro de otros tiempos.

A todos estos paisajes hay que sumar el paisaje humano, fundamental para la conservación de la memoria, una memoria viva que a veces ignoramos.

Desde el balcón de su casa nos hablaba el protagonista de “Mi tío Paco” de Antonio L. Piña que nos contaba cómo este hombre ejercía la resistencia contra la expropiación de la identidad del Vicálvaro que él había conocido, a través del gesto de quedarse en su casa el tiempo que le quede.

Una pieza teatral que parecía ofrecernos un personaje que funciona como metáfora de la importancia de la memoria viva y de su olvido, pero que abandonó el plano de lo ficticio cuando su protagonista real salió a saludarnos al balcón y nos mostró cómo con más de 90 años se puede seguir resistiendo.

Las campanas de la iglesia volvieron a sonar para indicarnos que debíamos continuar el camino, pero esta vez el sonido dio paso a la estridencia de la sirena de una fábrica. Un sonido cuya historia pudimos conocer a través de otra de las píldoras de la memoria relatada por el llamado Juglar de Vicálvaro, el portero de la antigua fábrica de cemento Portland, a la que pertenecía la sirena.

En este lugar se cruzaban dos épocas fundamentales de Vicálvaro, una marcada por la irrupción de la fábrica y el fuerte crecimiento que desencadenó. La fábrica durante muchos años marcó la vida cotidiana de la zona tal y como nos contaba el Juglar, ya que el sonido de su sirena podía escucharse a gran distancia. La otra etapa nos lleva al Vicálvaro más tradicional donde estos tiempos cotidianos los marcaban las campanas de su iglesia, una de las más antiguas de Madrid.

A través de su iglesia se nos proponía un viaje que conectaba el presente y el pasado a través de una representación extraída de “Pasa la vida o caso (c)errado”  de Fiorella De Giacomi en el que se nos narraba la historia de la Bernarda, una mujer juzgada por la iglesia siglos atrás, que finalmente desvelaba el misterio del documento entregado por Valentín al inicio del recorrido.

En este punto volvieron a aparecer la lavandera, la aguadora y la vendedora de flores que se disponían a continuar su andanza buscando sus caminos y nos llevaban con ellas de vuelta a la plaza de Don Antonio de Andrés, donde pudimos escuchar algunas Píldoras de la memoria que conectaron pasado y presente. Miriam nos hablaba de su abuela, la vendedora de flores, que pudo reconocer la voz de su nieta abriendo la posibilidad a que presente, pasado y futuro se fundan para abrir los caminos de la memoria y conducir a estas mujeres, que ahora son guiadas por otras voces femeninas que las invitan a caminar.

Las seguimos hasta la Plaza de las Mujeres donde nos recibió el Coro de las Gloriosas cantando uno de los poemas de Gloria Fuertes que componen su repertorio.

Sin duda el espacio de lo festivo, de la música, del baile, ha sido de gran importancia para el tejido colectivo de la comunidad, ese lugar donde se crean múltiples memorias compartidas que generan una identidad propia desarrollada al margen de las historias oficiales. Recordamos aquí bailes como El Paraíso o el baile del Quesero, pero también nos detuvimos a hacer un pequeño homenaje al ya desaparecido Barrabás, un templo de la cultura del metal mítico en Madrid.

A lo largo del recorrido nos fuimos aproximando a diversas formas de entender y conservar la memoria que fueron manifestándose desde sonidos, olores, imágenes, sensaciones y escenas.

En la mayoría de los casos nos acercamos a memorias recuperadas desde iniciativas colectivas. Algunas de ellas buscaban recuperar las memorias que consideraban valiosas en el espacio público, desde la reivindicación de un monumento que recuerda un episodio histórico hasta la instalación de un jardín efímero que nos recuerda cada año la lacra de la violencia contra las mujeres.

Escuchamos también múltiples voces que, a través de sus recuerdos, van generando un tejido que nos habla de una identidad compartida, de un sentimiento de pertenencia a un territorio que es mucho más que un barrio y que conserva parte de la esencia del pueblo que fue.

Como broche final, en el jardín de las Brigadas Internacionales nos esperaban las actuaciones del grupo de Sevillanas “Aire nuevo de Vicálvaro” y la actuación de AMIVI inspirada en la pieza de Pedro Gámez “Mila y las demás”.

El cierre de esta experiencia nos lo brindaba Christian Fernández Mirón que nos propuso una dinámica con la que compartir nuestras memorias del día y fijarlas como recuerdo en un lienzo en blanco que serviría como mantel para una comida de traje en la que nos dejamos de compartir comida, emociones, memorias, sensaciones,...

Fue una experiencia de gran intensidad, muy difícil de reflejar en un relato, pero que nos deja con grandes aprendizajes y grandes preguntas aún en el aire.

Quizás una de las mayores preocupaciones, compartidas con el resto del equipo era plantearnos ¿qué se ha aportado con este proyecto al tejido de Vicálvaro?¿qué deja al barrio cuando nos vamos?, ¿qué se podía aportar?, ¿qué ha aportado? ¿qué sucede cuando termina?

Es un tema complejo sobre el que seguir pensando pero sin duda algo que quedó claro en la experiencia del recorrido es que no se trata de un proyecto que haya pasado por el territorio sin dejar huella. El trabajo con los diversos colectivos ha servido para que la red entre ellos se refuerce, para que se reconozcan y tomen conciencia del gran trabajo que están haciendo para poner en valor transformar el lugar que habitan.

El programa Imagina Madrid, tomaba como punto de partida una pregunta, ¿es posible transformar la ciudad? Tras esta experiencia nosotras creemos que a partir de cómo vivimos, percibimos y nos relacionamos con la ciudad podemos transformarla, para nosotras mismas y para los otros. Sólo hay que unir fuerzas y deseos.

Fotos: Lucasz Michalak




 

 

De Voz en Voz, un paseo teatralizado

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