En los acantilados de Loiba, al norte de la provincia de La Coruña, se encuentra  el que dicen, es el banco más bonito del mundo. Sentarse en este banco implica contemplar un paisaje y un territorio de una belleza extraordinaria; significa apreciar que todavía existen espacios naturales que no están degradados que, de cierta manera, te susurran historias que suceden a su alrededor. La relación que tenemos con los paisajes traspasa la frontera de lo físico. Nos remite a la imaginación, a la reflexión, a la meditación y si uno/a es religioso/a puede, incluso, sentir cierta conexión espiritual con la deidad elegida. La Plaza Rutilio no tiene la belleza de los acantilados del Loiba y puede que no salga en las guías turísticas, pero desde hace pocos días se puede contemplar un mural que cruza (casi) toda la fachada del edificio que se ubica en la Plaza y que ha cambiado el paisaje de la misma.

Este es un mural de mujeres; aquellas que en nuestra búsqueda por cambiar el imaginario de la plaza y de generar nuevos referentes para las niñas que juegan y crecen ahí a diario. Siguiendo nuestra labor con una clara línea antipatriarcal y antiracista, nos propusimos encontrar mujeres muralistas para que este mural del barrio fuera inclusive en su diseño y realización materializados por mujeres empoderadas, creativas y autorrealizadas. Mujeres que vinieran de varios lugares del mundo y pudieran trascender sus historias en la resignificación de nuestra plaza.

Tras un mes de búsqueda y de propuestas, con una mirada supimos que habíamos encontrado esas mujeres: May Pulgarin (Tropidelia), Alejandra Leston y Marta Lapeña recibieron nuestra invitación encantadas y se pusieron manos a la obra. Durante las radio verbenas anteriores habíamos conversado con ellas sobre el proceso para compartir el mismo con lxs vecinxs. Durantes las semanas previas a las jornadas, las tres artistas se dieron el tiempo de visitar la plaza y hablar con muchas vecinxs y visitantes de la plaza, intentando conocer sus inquietudes y gustos. Queríamos conseguir la participación de las vecinas en la decisión de lo que se pintaría en el mural. En este mismo sentido, durante el transcurso de esos meses el equipo de En Sintonía fuimos poco a poco entablando un diálogo creativo y de confianza con las habitantes de la plaza, consiguiendo así el permiso de todos los locales comerciales de la plaza y de dos de las tres fincas de vecinos y vecinas.

El mural se llevó a cabo durante tres jornadas participativas abiertas a todos los/as vecinos/as y también a toda aquella persona que quisiera darle al pincel y a la brocha. Dejando formas e imágenes que nos hablan de la riqueza cultural que existe y que podría convertirse en símbolo del orgullo local.  Fue un proceso abierto en el que incluso fuimos escuchando las solicitudes de las vecinas/os y lo fuimos incluyendo en la medida de lo posible. Es el caso de una de las mujeres que está pintada en el mural; nos dijeron que le hacía falta pendientes y ahora lleva unas grandes argollas doradas. Nos indicaron que le hacía falta el lunar que ahora tiene junto a su boca y finalmente le pusieron nombre, se llama Ana, es tocaña de Ana una mujer alegre, cariñosa y cuidadora que también tiene un lunar y usa flores en su cabello, una vecina que disfruta de la plaza desde que era niña haciéndola suya y construyendo en ella una familia extensa, una familia mutante.

En líneas generales, las reacciones ante el proceso de pintar el mural fueron diversas. La mayoría de los vecinos/as con los que hablamos, les pareció que era una acción que ponía color sobre una zona gris y que le daba otro aspecto a la plaza, lo contagiaba de vitalidad. En palabras de uno de los vecinos “Este mural me despierta las ganas de vivir”.

Si alguien tiene la oportunidad de sentarse en algunos de los bancos (hay que llegar con tiempo porque están más solicitados que el famoso de los acantilados), podrá comprobar la belleza que puede surgir cuando la gente se junta para ponerle un poco de color a sus vidas, a cambiar la rutina por una carcajada incontrolada y a pensar que el banco en el que está sentado podría sumergirle en otra realidad y contarle historias escondidas.

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