Por Diego Sabanés y Alfonso Reverón Díaz (equipo Supermanazas)

Desde el inicio del proyecto, uno de los principales desafíos a los que nos enfrentamos fue cómo reproducir las grabaciones sonoras que serían uno de sus ejes. Queríamos integrarlas al paisaje del barrio; hacer que, de algún modo que no lográbamos precisar, el sonido de los recuerdos se asociase al perfume de la lavanda que queríamos plantar en la plaza.

Así que, mientras David realizaba investigaciones sobre el terreno, el tipo de tierra necesaria y otras cuestiones relacionadas con las plantas, y Jana desarrollaba talleres con las vecinas del barrio, yo alternaba la grabación de entrevistas con las visitas a museos de arte contemporáneo, con el objetivo de estudiar los dispositivos usados en instalaciones sonoras. La casualidad de ser invitado a varios festivales de cine para presentar un cortometraje, me permitió ampliar el radio de investigación y comparar sistemas sonoros en museos de más de quince ciudades, dentro y fuera de España. A este proceso se sumó luego Beatmac, artista sonoro, que visitó el barrio y aportó también varias ideas.

Una de las primeras decisiones a tomar era entre reproducir el sonido de manera “abierta” o con cascos. Hicimos varias pruebas, y pronto se hizo evidente que la escucha “abierta” era complicada: podía resultar contaminante, invasiva, y también poco efectiva a nivel comunicacional, sobre todo si teníamos varios altavoces cercanos, reproduciendo diferentes audios. Además, ¿cómo debían accionarse? ¿Cómo integrarlos a la vegetación del lugar? ¿La gente que se acercase a escuchar debería permanecer de pie o era más cómodo ofrecerles una escucha sentada? ¿Cuánto tiempo podría durar la escucha, manteniendo la atención?

Una de las ideas más potentes que tuvimos era la de usar sensores que reprodujesen el sonido a partir del contacto con los árboles, lo cual además lograba cierta sinestesia que nos interesaba desde el origen del proyecto. Pero esta idea fue descartada por varios motivos, técnicos y presupuestarios.

Lo siguiente fue probar diferentes modelos de cascos, con las primeras píldoras ya editadas y hacer experiencias piloto. Compramos algunos de distintas marcas y modalidades técnicas y los llevamos a varios puntos del barrio para ver qué tan clara resultaba la escucha. Esto me permitió también ajustar el criterio de edición que veníamos aplicando a las propias píldoras. Algunos de estos cascos nos sirvieron además para las actividades que hicimos en la plaza algunos sábados, bajo el título de “¡Atención Bolardos!”. (ver post anterior)

En paralelo las entrevistas avanzaban y los recuerdos que compartían los vecinos cubrían un radio mucho mayor al de la plaza Jardín de las Brigadas Internacionales, con lo cual comenzamos a pensar en instalar estos dispositivos sonoros en diferentes puntos del barrio, permitiendo así un recorrido que los conectara.

Así, en una charla de café en pleno verano, con David y Fernando Modamio, se nos ocurrió recuperar la figura de los antiguos teléfonos públicos. Fuimos al Rastro y compramos un par de modelos: uno de mesa y uno vertical, para realizar las primeas pruebas. La idea empezó a cobrar fuerza pero nos preocupaba cómo colocar los teléfonos en el espacio público. Pensamos en tarimas que remitiesen a la idea de museo, aunque instaladas en la vía pública, pero esta idea no terminaba de conformar a todos. En ese momento nos pusimos en contacto con el equipo de Supermanazas (Blanca Nieto Gómez, Javier García Guadarrma y Alfonso Reverón Díaz) y ellos aportaron su experiencia y nuevas ideas para materializar ese objeto que nos venía resultando tan escurridizo.

Y para hablar de esta segunda etapa del proceso, lo idea es que lo haga uno de los integrantes de Supermanazas:

 

La construcción de los teléfonos intervenidos

Por Alfonso Reverón Díaz

En noviembre de 2018 el equipo de Plantación de la Memoria se puso en contacto con nosotros para realizar el diseño y la construcción de los siete artefactos reproductores de sonido, que necesitaban instalar en Vicálvaro para que la gente del barrio pudiese escuchar los audios grabados en los meses anteriores. Lo primero que hicimos fue definir cuáles eran las necesidades que debíamos tener en cuenta: los teléfonos tenían que estar expuestos al menos durante un mes al aire libre en siete puntos diferentes. Cada punto tenía requería un modo de sujeción distinta. En cada punto la visibilidad podía variar (teniendo en cuenta los distintos fondos o contextos visuales), por lo que había que encontrar un diseño que los despegara del fondo y a la vez llamara la atención sobre su presencia, sin invadir en exceso el territorio. Además se trataba de darle unidad a los siete, hacerlos reconocibles. Y que luego pudiesen ser retirados sin dejar huellas.

El equipo sabía ya que quería usar teléfonos viejos pero no sabía cómo ubicarlos en el espacio. Tenía algunas propuestas bocetadas y sobre ellas comenzó un trabajo de revisión y nuevas propuestas, hasta llegar a la idea una caja de madera que los enmarcara.

La principal necesidad que planteaba el equipo que tuviera una caja metálica con cerradura donde ubicarían dos elementos electrónicos esenciales, como son la batería y la placa arduino, imprescindibles para su funcionamiento (no podía usarse una conexión a al red eléctrica) y que fueran de fácil acceso para el cambio periódico de baterías.

El primer diseño lo hicimos utilizando una caja de caudales , pensando que estas cajas suelen ser de un metal bastante resistente, y que ya llevan cerradura óptima instalada. Sin embargo el primer prototipo resultó muy frágil. La caja de caudales se deformaba; no podía soportar el peso de los elementos que anclamos a la tapa. Además el grosor de la caja sumado el grosor del marco daban como resultado un objeto demasiado voluminoso. Decidimo diseñar y fabricar nosotros mismos la caja de las baterías.

Para este segundo prototipo necesitábamos que la caja no fuera demasiado ancha pero sí resistente. Usamos pletina de hierro de 40 mm. de ancho y 4 mm. de espesor. Las bisagras a las que colgaríamos el marco y el teléfono debían ser muy resistentes, así que incluimos un tipo de bisagra soldada. La tapa de la caja está hecha de plancha de hierro de 2 mm, y a esta atornillamos un marco de madera maciza, con sus cortes a inglete, que sirven como marco protector para el teléfono, y también marco para resaltar a la obra, como un objeto bello y cálido.  La madera utilizada fue pino.

El último paso fue visitar todos los puntos de sujeción y estudiar el tipo de materiales a utilizar, diferentes en cada caso. A la propuesta original concensuada entre el equipo de Plantación de la Memoria y el de Imagina Madrid, formulamos algunas sugerencias, teniendo en cuenta no sólo la visibilidad sino los materiales implicados en la sujeción, por ejemplo prefiriendo muros a rejas, cuando fuera posible.

 

La elección de los lugares

Una vez que las píldoras de la memoria (ver post anterior) ya estaban editadas, pudimos evaluar diferentes modos de combinarlas y decidir en función de esas asociaciones en qué puntos del barrio queríamos instalar los teléfonos. Hicimos una primera lista de diez puntos pero el costo de realización nos llevó a reducir a siete el número de teléfonos.

Queríamos centrarnos en los lugares donde los recuerdos de los vecinos se cruzaban: ciertos puntos que funcionaban como lugar de encuentro. Había dos indiscutibles: la fábrica de cemento (de la que en verdad no quedan huellas, ya que su terreno está ocupado hoy por viviendas) y el cuartel militar, donde hoy funciona una universidad. Entre estos dos hitos de la historia del barrio, establecimos otros puntos que permitían un recorrido por diversos momentos históricos.

Comenzó entonces la gestión de permisos, que como suponíamos nos llevó también a cambiar algunas ubicaciones. Para esta etapa el equipo de Supermanzas contaba ya con un prototipo así que las últimas pruebas las hicimos in situ, chequeando tanto la ubicación (y el punto de vista que se tiene desde cada una) hasta el volumen de los audios.

En paralelo, Guillermo Casado Lacabra se encargó de diseñar y programar el interior de cada teléfono con la tecnología necesaria para reproducir las píldoras grabadas, en las condiciones necesarias de volumen y otras particularidades como el tiempo entre el acto de descolgar el auricular y el comienzo de la reproducción del sonido, o la duración de las pausas entre audios.

El resultado de este proceso estará expuesto durante todo el mes de marzo en las calles del Vicálvaro. Uno de los teléfonos será trasladado luego, como donación, a la Asociación Vicus Albus, donde podrá seguir siendo consultado por todos sus visitantes.

https://www.supermanazas.com

 

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