Antes de cada presentación del programa Imagina Madrid, una pregonera recorrió las calles cercanas anunciando nuestra llegada. Además de informar de lo que iba a suceder, la Pregonera recogió también sus impresiones de los barrios. Aquí, el relato que han escrito sobre la Plaza de La Vaguada:

El de la Vaguada fue el primer centro comercial de Madrid. Inaugurado en 1983, su construcción aglutinó a los vecinos alrededor de reivindicaciones sobre los trazados viales y las dotaciones del barrio del Pilar, uno de los de mayor densidad poblacional de Madrid. Hoy parece haberse encontrado un equilibrio entre la gente, los coches, las altas torres de viviendas y el centro comercial que comparte su status de centro social con el colindante parque del mismo nombre. Si hace cuarenta años el lema era “la Vaguada es nuestra” hoy aquel deseo parece haberse convertido de alguna manera en realidad.

La acción tuvo lugar íntegramente en el mismo parque, abarrotado de gente en un agradable atardecer de un viernes de verano. Sólo el extremo este, una amplia plaza dura alrededor de un estanque seco frente a la biblioteca municipal José Saramago, parecía vacío de seres humanos. La extensión del parque, su estatus de meollo social y la estructura urbana del barrio hicieron innecesario aventurarse por las calles aledañas, por otra parte desiertas.

Como suele ser habitual, los primeros encuentros de los Pregoneros fueron con los niños, que en su expansividad espacial ocupan hasta las plazas duras y los estanques secos. Sus recuerdos eran felices y soleados como las vacaciones de verano, sus sueños estaban relacionados con el intenso calor: fuentes, piscinas con toboganes, estanques con peces, estanques sin peces, estanques con agua en definitiva.

A medida que los Pregoneros se aventuraban por los caminos del parque se hacían presentes las relaciones vecinales y familiares. Equipos de cuatro ancianos por banco, pequeñas tribus de varias madres y varios hijos, parejas cogidas de la mano, manadas de amigotes en las terrazas. Los vecinos de mediana edad no tuvieron inconvenientes en relatar aquellos tiempos en que la Vaguada era la vaguada de un arroyo, con huertas e invernaderos, un bosque donde poder coger setas en otoño. Todos recordaban los repetidos hundimientos y socavones de la avenida de la Ilustración a finales de los 80 y los achacaban a la mala construcción de las infraestructuras.

Los más ancianos parecían más influidos por las consignas propagandísticas que les ofrecen los medios. Fueron los Pregoneros testigos de una acalorada discusión entre dos bancos, uno ocupado por señoras que no querían saber nada de esa señora que está en la alcaldía, y otro por camaradas octogenarios que les dedicaban epítetos relacionados con el régimen anterior.

En la gran explanada se erguía una pantalla gigante hinchable frente a un ejército de sillas en formación, algunas ya ocupadas, para la proyección de Madame Butterfly que tendría lugar en cuanto oscureciera un poco más.

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